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Mictlán de Paola Klug

  • Femme Fatalee
  • 14 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

Dentro de un paquete que recibí en mi casa y que estaba esperando con gran anticipación, llegó una selección de libros con portadas cafés que se encontraban acompañados de té y cuarzos, una jícara entre otras cosas, y en esa selección de libros, estaba el libro perfecto para inaugurar la temporada más escalofriante pero preciosa del año, y ese es Mictlán de Paola Klug.


Mictlán se trata de una recopilación de cuentos que simplemente puedo describir como un chocolate caliente para el alma. Paola nos lleva de la mano entre historias de personas que no solo se sienten reales, sino que familiares y cada uno de los cuentos mantiene un mismo factor en común y ese es la muerte, para ser más específicos la muerte más tradicional mexicana. Ese Día de Muertos que a nivel mundial es famoso y del cual nos regodeamos en orgullo como mexicanos pero que a veces dejamos un poco en el olvido, creo que sobre todo un poco más al norte del país en donde la influencia anglosajona nos ha impactado. Pero Mictlán, por lo menos en mi caso, llegó como un recordatorio de todas esas tradiciones que no solo existen para adornarnos como mexicanos, sino que su principal objetivo es el ayudarnos a recordar a nuestros muertos, de honrarlos por lo que fueron y por lo que siempre serán en nuestra memoria. Llegó como un recordatorio muy necesario de mis raíces y como un respiro, un aire fresco para olvidarme por un momento del caos que es este año para rodearme de un aire de nostalgia pero también de cariño.


Veo esta recopilación de cuentos como una combinación entre relatos de algunas historias o elementos del folclore mexicano que gira entorno a la manera en que percibimos la muerte, elementos como los altares, el mismo Día de Muertos, los dulces típicos de la temporada, las brujas, la idea de la muerte como un ser que viene por ti cuando llega tu momento; pero que también como libro busca plantear una nueva mitología, una nueva forma de ver las cosas tomando como base elementos tradicionales pero que se pueden prestar para estar en nuestro presente y en nuestro futuro, como una nueva manera de ver las tradiciones que han formado nuestra cultura y que nos invitan a ver más allá y de retomarlas como nuestras.


Este es un libro que huele a incienso y sabe a café de olla, porque con sus palabras Paola Klug no solo logra crear imágenes en nuestra mente, sino que también despertar nuestros sentidos. El recordar cómo saben las calaveritas de azúcar, como huelen las flores de cempasúchil, como suenan los grillos en la noche, pero sobre todo cómo se sentía la presencia de nuestros seres queridos que tal vez ya no están con nosotros en este plano terrenal. Las historias en este libro se sienten familiares, cercanas, se presentan como pequeñas cápsulas de relatos que vienen de nuestras raíces, o que por lo menos son raíces que no se deberían de perder en el olvido. Cada cuento se siente como quedarse suspendido en un momento, una historia, una experiencia y cada que termina pasas a la siguiente que puede tener personajes completamente diferentes, en otra época y en otro lugar pero que mantienen una misma vibra, como si de cierta forma todas estuvieran entrelazadas y de cierta forma lo están ya que tienen un mismo factor en común que vienen siendo la muerte y la manera en que cada quien la experimenta, y que si lo pensamos bien es el mismo factor que está presente en todas las historia que han habido.


Siendo la gallina que soy para historias de terror, este es el libro perfecto para poder envolverte en el aura de octubre y noviembre y sus festividades sin miedo y sin perder el interés o el hambre por lo desconocido. Hay cuentos que desde un principio se te advierte que va a pasar y cuál va a ser su factor “spooky” pero hay otras en donde el plot twist llega de manera conmovedora o desgarradora sin previo aviso, lo que hace que cada cambiar de página sea más adictivo. Así como me veo sintiendo un escalofrío pasar por mi espalda al recordar alguna historia, hay otras que me veo contándole a mis hijos antes de dormir (si es que llego a tener hijos). Hay una gran variedad dentro de un solo libro, en partes sientes que te están apretujando el corazón y en otras que te lo están apapachando, y creo que el poder manejar una tan amplia gama de sensaciones en un solo libro y con cuentos cortos hace de este libro toda una joyita.


La manera de escribir de Paola se siente como un relato familiar, que escuchas mientras te va trenzando el cabello y poniendo flores en la cabeza, si es que eso tiene sentido pero que esa era la sensación al leer. Te va conectando con el mundo natural que nos rodea y que día a día dejamos en segundo plano; los árboles, las aves, los cerros, los arroyos, las flores, la lluvia, nuestra propia mortalidad, todos son elementos que no son solo de adorno, son parte de nuestra existencia. Su narrativa es detallada y descriptiva, incluyendo de manera sutil elementos naturales para ir guiando tu imaginación pero también explorando una belleza la cual no estamos tan acostumbrados a ver y que es el de las pieles morenas, el de los largos cabellos negros o canosos, el de los rostros arrugados y las manos del campo.

Definitivamente este libro se alberga en un nuevo rinconcito de mi corazón para que me acompañe no solo en vida, sino también en la manera en que reflexiono sobre la muerte, tanto la que inevitablemente tendré en algún momento como la que ya le ha llegado a mis seres queridos.


“Mictlán” se siente como un abrazo en Día de Muertos en cada una de sus páginas.


“Lo único que se mantendrá de mí aquí, será lo que lleves dentro de tu pecho así que no lo guardes con rencor, dolor ni amargura; hazlo con paz y dulzura, tal y como será mi despedida.

Si quieren conocer más sobre el trabajo de Paola Klug y comprar alguno de sus libros, les dejamos su Facebook, ampliamente recomendado.



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