La primera vez que fui consciente de mi peso fue a eso de los 9 o 10 años y la recuerdo con muchísima claridad.. Pasé casi toda mi infancia en clases de ballet y, en realidad, nunca me preocupó mi cuerpo. No me veía gorda, no me veía delgada. Tampoco sabía si era fea o bonita. Creo que simplemente era y sobretodo, no veía ninguna diferencia entre mi cuerpo y los cuerpos de otras niñas. Pero, una profesora de ballet me entregó mi vestuario para una de esas presentaciones de fin de curso y al medirlo nos dimos cuenta de que muy apenas cerraba, con mucho esfuerzo. Y en lugar de buscar un vestuario más grande, simplemente mi madre y yo recibimos la instrucción de que en tres meses, debía estar a dieta para que ese vestido me entrara y así fue como viví mi primera dieta.
Y estoy segura que no soy la única que vivió esta auto-consciencia de su cuerpo en la niñez, según un estudio del US Department of Health and Human Services, la mitad de las niñas de Estados Unidos se encuentran realizando alguna dieta (2011). De acuerdo al University of North Carolina at Chapel Hill, tras un estudio realizado a mujeres entre los 25 y 45 años, el 75% tiene pensamientos o acciones no sanas relacionadas a su cuerpo y la comida (2008). Y si bien los desórdenes alimenticios son una enfermedad que afecta tanto a hombres como mujeres, las mujeres suelen padecerlos más.
Mi primera dieta significó dejar de beber Coca-Cola todos los días y también dejar de comer carbohidratos. Cero pan, cero galletas, cero tortillas y, exitosamente, entré perfectamente en el vestido. Pero la historia no terminó ahí, porque desde ese momento yo quería más. Una vez que me hice consciente de que yo estaba gorda y otras niñas delgadas, todo cambió e inicié un periodo de estar dentro y fuera de dietas que sacaba de dónde fueran. De un libro viejísimo de belleza que seguro leía mi abuela y cuando llegó el internet, de internet. Y la estrategia, bien o mal, funcionó y desde la secundaria he sido delgada, pero nunca he estado satisfecha. Ni con mi cuerpo, ni con mi peso, ni con la comida que consumía.
Este tiempo en cuarentena quizás nos quitó muchas cosas pero, en mi caso, me regaló mucho tiempo que ya no tuve que emplear en el transporte público, por ejemplo. También me generó muchos nervios de que, al encontrarme en mi casa encerrada, empezará a subir de peso. Y, hace exactamente un año, se viralizaron los vídeos de Chloe Ting y sus magníficos resultados y decidí entrar al “mundo fitness” con la quizás ingenua esperanza de tener abs marcados en dos semanas como lo promete el título del vídeo. Mi ingreso al ejercicio fue por el deseo de ser delgada, no por el deseo de ser sana o por el deseo de ser más fuerte, simplemente me moría por ser delgada y estaba dispuesta a hacer lo que fuera por lograrlo. Pero siempre tenía hambre, siempre estaba cansada, pero, estaba delgada y eso era todo lo que importaba.
Creo que es difícil detenernos a pensar por qué algo que tomamos como dogma, el “SER DELGADAS”, no es necesariamente una obligación para nosotras. Al final, nadie nos obliga de forma coercitiva a tener el cuerpo de una modelo de Victoria 's Secret pero aún así está esta presión por tenerlo, ¿no? Y es que nos vemos bombardeadas por el ideal del cuerpo femenino por todas partes: antes en las revistas, quizás ahora en Instagram y otras redes sociales. Puede resultar incómodo ver el abdomen de Alexis Ren y pensar que el mío no se ve así. Pero hay dos cosas que me gustaría mencionar al respecto: el primero, es que estas modelos que vemos en Instagram, la mayoría se dedica a mantener sus cuerpos así (literalmente es su trabajo) y sus cuerpos representan la inversión de mucho esfuerzo pero también, mucho dinero: entrenadores personales, alimentos especiales, dietas específicas para ellas. Y nosotras, con nuestras vidas normales, aspiramos poder trabajar o estudiar de 8 a 5 y todavía tener tiempo de bailar 8 horas como Lisa de Blackpink y poder pagar con mi salario de godinez salmón fresco y verduras orgánicas para cenar todos los días de la semana. Y, en segundo lugar, que el “cuerpo ideal femenino” no lo decidimos nosotras (tristemente) y que cada década cambia según el antojo de alguien que definitivamente no soy yo. Piensen en las estatuas de mujeres en Grecia, no eran tan delgadas: podías ver unas curvas por aquí, un poco de pancita por allá. Marilyn Monroe fue considerada una super sex symbol el siglo pasado y no era exactamente tan delgada como Kendall Jenner. Los 2000s nos enseñaron que debíamos de ser más delgadas, con esos pantalones a la cadera y tops que dejaban ver nuestro abdomen, pero de repente con el clan Kardashian se pusieron de moda las drásticas curvas y eso no quiere decir que los otros cuerpos no sean bellos o que el tuyo, si no se parece a ninguno de estos, tampoco lo sea.
Pero, lo que todos estos cuerpos “canónicamente bellos” tienen en común es una cosa: la fuerte aprobación que traen consigo y, dentro de la misma, la aprobación masculina.Creo que nos crían aspirando que los hombres nos vean bellas y atractivas y salir de esa idea es bastante complicado. Y sobretodo, entender que no necesariamente siempre tenemos que ser hermosas, sensuales y deseables. Somos un cuerpo humano, con sus respectivos cambios y hay días que amanecemos hinchadas o que nos comemos tres enchiladas y se forma un baby food y no necesariamente todos los días tenemos que vernos listas para modelar en una pasarela. Para mi ha sido un alivio ver cómo mujeres se abren respecto a estos temas y te demuestran en redes como Instagram que, al final, lo que vemos ahí es una buena foto, con buenas poses y buenas luces y no siempre se ven así y que tú tampoco tienes que verte así siempre. Personalmente me ha servido “depurar” mis redes y enfocarme a seguir a mujeres que promuevan un estilo de vida saludable y sincero. (Mis recomendaciones personales son @madydaily y @lauraalberolapsicologia en Instagram, Linda Sun en YouTube y “Se vale repetir postre” en Spotify)
Últimamente se ha hablado de que se le dio una connotación negativa a los alimentos. Por ejemplo, yo creía que había alimentos buenos (como la verdura y la fruta) y alimentos malos (toda la comida “chatarra”, cualquier carbohidrato, cualquier grasa), pero al final no son cosas buenas o malas, sólo son alimentos. Alimentos distintos para distintas ocasiones. La cultura de la dieta nos hace creer que siguiendo regímenes estrictos o dietas maravillosas vamos a lograr increíbles resultados, pero a qué costo. Una dieta tan restrictiva no es sostenible y quizás deberíamos de dejar de pensar que la comida siempre es una decisión racional. También es emocional, también se te antoja un helado aunque sabes que no te brinda el mayor aporte nutricional, pero se te antoja porque es viernes por la noche y vas a ver una película. Y no pasa nada.
Y tener metas como bajar grasa o aumentar músculo, no tiene absolutamente nada de malo, pero es necesario entender que hacerlo de forma saludable lleva tiempo y esfuerzo (ninguna dieta que prometa resultados rápidos y radicales puede ser real y sana a la vez) y va de la mano con especialistas que te pueden asesorar. Lo más importante, ante todo, es cómo te sientes tú: y si este cuerpo te es suficiente, te gusta y te sirve, no hay presión por hacerlo completamente diferente. Nuestros cuerpos fluctúan, cambian, como nosotros están en constante cambio.
Desde los 10 años, creo que apenas ahora he logrado empezar a hacer las paces en mi relación con la comida. Y para mi, es una relación que a veces es buena, a veces es mala. Hay días buenos, hay días malos. Todavía me ponen nerviosa los carbohidratos y todavía tengo obsesión por contar calorías. Pero creo que este es el camino para re-enamorarnos de nuestros cuerpos, aceptarlos como lo que son, el testimonio de nuestra existencia y en las “lonjas” está aquel pastel que comimos en un cumpleaños, el vino que tomamos con las amigas y la pizza con la que acompañamos una película de un viernes por la noche. En las estrías está la huella de gestar un bebé o el simple hecho de que nuestros cuerpos cambian y a veces somos más delgadas y a veces más gordas y no pasa nada. Vivir también significa disfrutar la comida y dejar de perdernos de comprar ese cheesecake o pedir la hamburguesa en lugar de la ensalada para encajar en el estereotipo de moda del cuerpo perfecto. No tenemos que ser sensuales y hermosas todo el tiempo y no pasa nada si se te hincha la panza después de comer algo o si tus piernas son gruesas y se tocan. Nuestros cuerpos, como nosotras, viven, envejecen y nos toca aprender a querernos y a sentirnos felices y orgullosas por las historias que cuentan.
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