Me atrevo a decir que todas las mujeres (o por lo menos la gran mayoría en una sociedad occidental que es de la que puedo hablar por experiencia) han sido llamadas por lo menos una vez en su vida locas. Ya se por un ex novio, padres preocupados o conservadores, amigos o amigas en plan de broma, o por lo menos por diversos medios de entretenimiento como lo son series, películas o libros, en donde nos presentan a mujeres típicamente locas, excéntricas o intensas como la norma pero sin atreverse a profundizar si se trata solo de otro mal chiste de The Big Bang Theory o de un estigma que va más allá y que tiene sus comienzos en años Hipocráticos.
La mujer loca no resulta algo extraño y se encuentra tan normalizado el justificar el hecho de “no poder entender a una mujer” con la simple razón de que ella (o mejor dicho toda la población femenina) es el problema y tiene la culpa por que le hace falta un tornillo. Pero si nos decidimos a ver el trasfondo de algunos personajes femeninos que han sido denominadas como locas tanto por los mismos personajes dentro del trabajo literario o por los mismos lectores, es posible que encontremos que se trata más bien de un tema de entorno social que psicológico. Hablo de personajes como Ofelia, Lady Macbeth, Catalina de la Fierecilla Indomable, mujeres que se desviaron de la norma social, una después de ver como el dude que le decía cosas bonitas pero también incomodas y confusas mata a su padre, otra por su soberbia y hambre de poder y otra por no querer ser domada por el patriarcado y llevar una vida más o menos libre siguiendo sus propias reglas.
O también podemos tomar en cuenta a Emma de Madame Bovary que frustrada por la vida ideal con un esposo aburrido busca su propia liberación y maneras de zafarse de las ataduras de la monotonía por el precio de ser llamada incontrolable y demente. Y se podría decir que tal vez le fue mejor que a Lucy en Drácula, descrita con una inmensa belleza e inocencia hasta que (SPOILER) cayó en las manos, o colmillos de Drácula, que fue cuando empezó a mostrar una liberación sexual la cual la mejor explicación que se puede tener es que se volvió loca e incontrolable sin salvación alguna mas que cortarle la cabeza sin antes llenarle la boca de ajo… y nosotras somos las exageradas.
O que mejor si hablamos de la misteriosa figura de Bertha Rochester en Jane Eyre, la esposa de señor Rochester quien después de cuatro años de lo que debió haber sido un tortuoso matrimonio y sumida en la demencia es encerrada en el ático para que su esposo pueda vivir su vida como si nada hubiera pasado y poderle coquetear (y confundir) a Jane libremente. No sé ustedes pero el estar aislada en lo que debería ser tu propia casa por tu propio esposo justifica un poco que no actúes según lo que las normas del siglo XIX esperan de una mujer “cuerda”.
Lo que intento decir es que estos personajes emblemáticos muchas veces con un estatus de crazy ex-girlfriend en realidad se trataban de historias de mujeres que ejercen su libertad sexual, que reacción de manera básicamente racional ante el contexto en el que se ven sumergidas o que simplemente se desviaron de lo que la sociedad exigía de ellas, el ser recatadas, calladas, en busca de una vida familiar. Pero también está la otra cara de la manera cuando las exigencias de la sociedad ejercen tanta presión en una que hasta el deseo por tener hijos va más allá de la razón y el marco legal de no intentar ahorcar a tu esposo como el caso de Yerma, en donde a mi parecer puede ser la contraparte en donde en lugar de desafiar las normas sociales establecidas para ti como mujer, decides seguirlas a tal extremo, que también eres llamada loca. No hay forma de ganar.
Y es que no podemos hablar de este estigma sin mencionar que desde la antigüedad a la locura se le ha relacionado casi exclusivamente como algo femenino. Solo hace falta ver que el término histeria viene del griego que significa útero, lo que nos lleva a hablar sobre la condición médica denominada como “histeria femenina”. Hubo una época en que casi todos los males que agobiaban a la mujer, dígase dolores de cabeza, problemas en el corazón, hígado, pulmones, cansancio, ansiedad, alucinaciones, nervios etc., se le atribuían al útero y se le llamaba a esto Histeria femenina, principalmente por la ignorancia que existía en al época con respecto al órgano femenino. Era tanta la ignorancia que incluso se creía que lo que en realidad estaba pasando era que al útero le gustaba pasearse por otras parte del cuerpo e ir causando problemas, porque, ¿porqué no? Seguro es más fácil esa explicación y hacer que todas las condiciones mentales fueran diagnosticadas bajo un mismo término y así dar por terminado cualquier problema de salud femenina que los doctores no supieran en realidad de lo que se trataba.
Esto es solo una pequeña parte de lo que la histeria femenina significó para muchas mujeres. A algunas simplemente se les recetaba estimulación en sus partes íntimas a veces realizadas por doctores, criadas o por la más reciente innovación tecnológica de la época victoriana, el vibrador, pero a otras se les recetaba el tratamiento conocido como “cura del reposo” que significaba largos periodos de descanso intensivo en donde no podían hacer nada mientras estabas en aislamiento, lo cual no tiene absolutamente nada que ver con el hecho de que las instituciones mentales tuvieran una población femenina mucho más grande que la masculina (por favor nótese mi sarcasmo). Reportes históricos también hablan de otros tratamientos mucho más invasivos y dañinos en donde se introducían agujas, o colocaban sanguijuelas y hasta fierros al rojo vivo para inyectar, absorber o quemar el mal que agobiara a la pobre mujer desde su útero.
Esto hablando de aproximadamente una popularización durante la época victoriana, porque si nos dedicamos a hablar sobre como fueron tratadas las mujeres que presentaran “síntomas de locura” durante le siglo XIV, XV y XVI en plena fiebre por quemar brujas, eso da para todo un artículo por si solo (el cual espero llegue próximamente).
Mi punto es que el pedestal de locura ha sido reservado para la mujer desde hace años tanto en trabajos de ficción como en la realidad y no solo a la mujer genérica común. Tenemos por ejemplo personajes históricos como Juana La Loca, Ana Bolena, Carlota de México esposa de Maximiliano de Hamburgo, María I de Inglaterra ,en donde al parecer lo más relevante de sus vidas es la locura que les estableció la sociedad más allá de cualquier otro logro que pudieran haber tenido y sin mencionar que tal vez si se hiciera el ejercicio mental de reflexionar si los actos realizados por estas mujeres hubieran sido hechas por un hombre ¿también se les daría el trato de locos dementes o pasaría desapercibida una vez más?
En mi opinión y temiendo verme como alguien sin sentido del humor, el hecho de aceptar despreocupadamente que “todas las mujeres están locas” y el continuar perpetuando esto como un chiste es un friega quedito que ya lleva años construyéndose y que lo único que ha dejado son mujeres sufriendo tratamientos inhumanos de aislamiento o mutilación genital, el silenciar y demeritar a la mitad de la población por tener un útero, y el perdernos la oportunidad de tener más personajes femeninos complejos en donde su trasfondo psicológico no se centre únicamente en su supuesta histeria, sino en todo el contexto que la rodea y que la hace una persona compleja e interesante de leer y con la cual más personas se pueden sentir identificadas.
Ejemplos de que se puede hablar de salud mental por medio de personajes femeninos interesantes y profundos también existen en la literatura tanto clásica como moderna y son evidencia de que existe esta posibilidad de, no sé, tratar a la mujer como un ser humano complejo sin tener que reducirla a una vieja loca atrapada en su histeria y en un ático. Charlotte Perkins Gilman fue capaz de escribir el cuento “El papel de pared amarillo” en donde la protagonista después de haber dado a luz pasa por lo que tal vez hoy en día sería diagnosticado como depresión o psicosis postparto, pero en la historia la mujer es recetada a lo que hemos denominado cura del reposo y se narra cómo su descenso en la locura por este asilamiento y asucencia de un tratamiento adecuado se puede ir reflejando en el papel tapiz color amarillo que la rodea. También tenemos a uno de nuestros libros favoritos en Femme FataLEE, The Bell Jar, en donde Sylvia Plath se presenta a si misma a través del personaje de Esther Greenwood y la enajenación que siente todo el tiempo a pesar de llevar una vida que muchos desearían. O bien si prefieren un ejemplo un poco más moderno, está My Year of Rest and Relaxation en donde también podemos seguir la divagación y reflexiones mentales de nuestra narradora mientras busca una forma de alejarse del mundo vació que la rodea. No creo que sea una coincidencia que en estas tres historias en donde podemos tener una perspectiva más humana de una psique femenina complicada, sean escritos por mujeres y en primera persona para así poder tener una perspectiva clara y transparente que lo que busca no es propagar el papel de la mujer loca, sino dar una explicación y dar otra versión de la historia.
Queramos o no vivimos en un mundo en donde se romantiza la locura de Alicia en el País de las Maravillas pero también se sataniza a la de la reina de corazones, ya sea por conveniencia, censura o por la pereza de ver, analizar y escribir a la mujer como un ser tanto emotivo como racional.
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