Antes, al oir noticias o conversaciones sobre la despenalización del aborto, me daba la sensación de que era algo nuevo, una batalla reciente para las mujeres. Tarde un buen tiempo en darme cuenta que, por el contrario, la defensa de las mujeres sobre la autonomía de su cuerpo es una historia mucho más larga de lo que esperaba.
Esta historia inicia en el momento en que el patriarcado se apoderó del cuerpo de las mujeres para asegurar la descendencia. La batuta se la intercambian iglesia y Estado según las circunstancias, pero, sin importar el tiempo y el lugar, el aborto se ha practicado desde siempre, con o sin consentimiento legal, médico y religoso.
Durante algún tiempo, hombres decidieron que el feto es ser humano hasta que tiene alma. Otros hombres decidieron que un feto era un ser humano según cierta cantidad de días, o si tenía forma “humana” o si la mujer ya era capaz de percibir el movimiento del feto. En 1869, el Papa Pío IX decidió que el alma se crea desde el momento de fecundación y, por lo tanto, prohibió tajantemente el aborto, bajo la amenazas de ser excomulgada de la iglesia. En el siglo XX, por su parte, el Estado toma el poder sobre el cuerpo de la mujer y lo usa según su propio interés, con el principal objetivo de regular la población. Si querían más población, se prohibia el aborto, por ejemplo. Lo que tienen en común todos estos periodos y culturas es que la decisión, fuera a favor, en contra o condicionante, siempre venía desde los hombres y nunca desde las mujeres.
En México, no siempre (y no todos los estados), se ha visto al aborto como un enemigo mortal que debe de ser prohibido a todo costo. En 1922, Felipe Carrillo Puerto aprobó el aborto en Yucatán (siempre y cuando la mujer en cuestión ya tuviera tres hijos). En 1990, Patrocinio González Garrido, gobernador de Chiapas, despenalizó el aborto (pero después el PAN y la iglesia lograron revertir este avance). En 1994, el gobernador de Chihuahua, Francisco Barrio, prohibió el aborto. En el 2000, el caso de “Paulina”, una adolesente a la que se le negó su derecho a abortar en Baja California. En el 2003, en CDMX, se legaliza el aborto y se establece que deberá de ser un servicio gratuito. Se considero el tema de la objeción de consciencia, pero se garantizó el servicio para la mujer, obligando al sistema de salud al dar el servicio en 5 días.
Algunos políticos (hombres, principalmente), no tardaron en ponerse en contra del recién legalizado aborto. Las mujeres se unieron y defendieron su derecho bajo el argumento que los abortos ya ocurren, han ocurrido desde siempre, y van a seguir ocurriendo. La diferencia es que ocurren en la clandestinidad y es responsabilidad del Estado de proveer un sistema de salud que evite la muerte de mujeres que se ven forzadas a practicar el aborto en la clandestinidad.
Y un ejemplo en donde el aborto ocurriía en la clandestinidad es, justamente, el Porfiriato. En particular, ese periodo histórico estuvo lleno de mucha violencia sexual hacias las mujeres (que todavía prevalece). Las mujeres “solas” o con hombres ausentes corrían más riesgo de ser violadas, pero también había casos de rapto y estrupro con mujeres más jovenes y/o solteras. Dicha epidemia de violencia, generó un aumento en el nacimiento de hijos ilegítimos.
A veces de que bajo la dictadura de Porfirio Díaz , existía, al menos en la letra de la constitución, un gobierno liberal y laico, Porfirio buscó reconciliarse con la iglesia, devolviendole la legitimitación que tenía antes de las reformas de Benito Juárez y sus secuaces. Lo único que causó este remonte eclesiastico fue reafirmar la posición del aborto como una práctica privada, de la cual, históricamente, hay pocas pruebas.
Las mujeres que solían cometer aborto tenían un perfil interesante, pues no se trataban de mujeres abandonadas por sus hombres. Eran mujeres que ya no querían más hijos o no querían perder su trabajo, ya que era una época de nulos derechos laborales, y sus patrones solían despedirlas por el embarazo. Estas mujeres tenían una red de apoyo de otras mujeres que las ayudaban a abortar, algo que suena bastante lógico conociendo que el aborto es una práctica de antaño.
Sin embargo, el aborto no fue el único fenómeno de la época, ya que, también lugares como la Ciudad de México presenciaron significativos casos de infanticidios. Es decir, se encontraron diversos cuerpos de recién nacidos o bebés muy pequeños y se creyó que las madres eran las asesinas pero, este no era un fenómeno nuevo.
Se cree que el motivo de estos actos era la verguenza por deshonra, ya que, como sabemos, en ese momento ser pura y virginal era muy importante como mujer. En este caso, el perfil de las infanticidas casi siempre correspondía al de mujeres jóvenes engañadas o abandonadas por sus amantes que, por miedo a la reacción paterna, familiar o social, ocultaban su embarazo y el parto, deshaciéndose de la criatura al momento de nacer. Muchas no tenían un empleo formal y el punto clave es que eran mujeres solas de verdad, sin redes de apoyo, como las mujeres que tenían la oportunidad de abortar.
Es muy interesante la diferencia entre ambos perfiles, siendo el factor más importante, en mi opinión, el hecho de que una tenía redes de mujeres sororas que veían la situación como un tema común, mientras que la otra, en su desesperación, miedo y verguenza, se vio forzada a parir y luego a asesinar al recién nacido.
Lo que está claro es que el aborto, como mencioné previamente, siempre ha existido, en lo clandestino, a pesar de que no tengamos datos. Existe en esas historias invisibles de mujeres que nunca pudieron revelar el secreto o que sólo se quedo en un pequeño grupo de otras mujeres que también empatizaron con ellas.
FUENTES:
Galeana, Patricia. (2004). El aborto, un recorrido histórico . En Por la descriminalización de las mujeres en México(101-119). Villahermosa, Tabasco: COLECCIÓN FÉLIX FULGENCIO PALAVICINI Política y Sociedad.
Núñez Cetina, Saydi. (2012). Reforma social, honor y justicia: infanticidio y aborto en la Ciudad de México, 1920-1940. Signos históricos, 14(28), 68-113. Recuperado en 18 de noviembre de 2021, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-44202012000200003&lng=es&tlng=es.
Speckman Guerra, E. (1997). Las flores del mal. Mujeres criminales en el porfiriato. Historia Mexicana, 47(1), 183–229. Recuperado a partir de https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/2430
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