Hace unos años, los medios de comunicación y la sociedad en México explotaron tras las verdades reveladas en “Los demonios del Edén”, por Lydia Cacho, tanto por el morbo como por ser un descarado retrato de la podredumbre, descaro y la corrupción de nuestras altas esferas (los políticos y los empresarios). Un libro que horrorizó a México y cuyo final, el final de una pesadilla, sigue sin tener fin más de 10 años después.
El libro es un tipo de crónica que retrata la historia de “Emma”, una joven residente de Cancún que se arma de valor y denuncia a un importante empresario de la zona, Jean Succar Kuri, por pederastia. Sin embargo, ella no es la única víctima. Se estima que cientos de niños fueron víctimas de este hombre.
El modus operandi era parecido al de Jeffrey Epstein: niños le cuentan a otros niños de un millonario libanés buena onda que les da dinero y les deja nadar en su piscina. Por lo general, son niños en situaciones vulnerables y aceptan ir con Succar Kuri, donde tristemente eran abusados. Se trataban de niños abusados reclutando a más niños para ser abusados y en el proceso había “donaciones” o ayudas de Succar Kuri a las familias de los niños. Por ejemplo, le dio empleo a la madre de “Emma”, quien era madre soltera, fue alcohólica y le faltaba un brazo. De esta forma, pone a “Emma” en una posición muy complicada en la cual hablar de los abusos de Succar Kuri implica dejar a su madre en una posición más vulnerable.
“Emma” y otros niños retratan en sus testimonios que Succar Kuri tenía algunos amigos poderosos a los que también “les gustaban los niños”, entre ellos su amigo y paisano Kamel Nacif, “el Rey de la Mezclilla” y Miguel Ángel Yunes. También presumía estar protegido por políticos importantes como Emilio Gamboa e incluso José López Portillo. Los testimonios de los niños revelan una complicidad y total silencio de las clases altas de Cancún, ya que muchos padres y madres de familias empresarias y políticas sabían de los gustos y prácticas de Succar Kuri y no hacían absolutamente nada al respecto.
El libro narra los acontecimientos derivados de la denuncia de Emma: la misteriosamente estúpida actuación de las autoridades, las presiones de gente poderosa para que no se investigara el caso, el sencillísimo escape de Succar Kuri a Estados Unidos y, por supuesto, las reacciones de los medios y la sociedad. La posición de los mismos no se enfoca en el pederasta, sino en buscar culpabilizar a los padres de las víctimas e, incluso, a las propias víctimas.
El libro no es propiamente explícito ni morboso, desde mi parecer y realmente no se enfoca en describir los abusos, pero sí hay algunos testimonios que ponen la piel de gallina. Me parece que la intención del libro es, más bien, describir la red de protección al pederasta y descubrir cómo las reputaciones de otros políticos y empresarios importantes también estaban en juego. Algo muy parecido al caso Epstein, en donde importantes figuras se vieron involucradas y con la caída de Epstein, también podían caer ellos.
Hay varios temas que me parecieron bastante significativos en el libro y, personalmente, se trataron de mis capítulos favoritos, ya que buscan explicar el por qué ocurrió lo que ocurrió. Por ejemplo, se aborda el tema controversial de que la prostitución se ha normalizado. Lydia Cacho explica que esto no es una cuestión moral, sino un debate de por qué el “oficio más antiguo del mundo” no es un oficio y qué quizás en lugar de preguntarnos por qué una mujer adulta puede prostituirse, nos debemos preguntar por qué los hombres tienen derecho a comprar sus cuerpos. Bajo la premisa de “no es un enfermo, es un hombre”, Cacho defiende que Succar Kuri no es un psicópata sin valores, sino un hombre con sólidos valores masculinos, un “hijo sano del patriarcado”. Para Cacho, la pedofilia de Succar Kuri responde a una necesidad de control y no exactamente a ser un enfermo depravado.
Esta conclusión se relaciona con otro tema que toca el libro, que habla sobre la influencia de la prostitución y la industria del sexo en todo este meollo (en generar valores masculinos tóxicos). Lydia Cacho pone como la industria del sexo gana muchísimo dinero y aboga para justificarse sobre la libertad de expresión de las mujeres que laboran para ellos (aunque les paguen poquísimo). Con el internet, la pornografía es muy accesble para hombres e, incluso, niños y adolescentes y temáticas como “barely legal”, retirar el vello púbico, disfrazar a las mujeres de niñas y realizar vídeos con temas de señor adulto-niña (Cacho pone como ejemplo títulos como “tirarse a una niña ingenua y virgen”) una fetichización y normalización de la pedofilia. Para reforzar su propuesta, Cacho argumenta que hay un estudio de Neil Malamuth en el cual estudio un grupo de hombres que no tenían antecedentes de violencia o sexismo a los cuales sometió a consumir pornografía de forma intensa y, después del estudio, estos hombres confesaron haber empezado a fantasear con la violación.
Igualmente, una de las reacciones más sorprendentes (no tanto, en realidad) es la reacción de los medios y su constante revictimización hacia los niños. La culpa no se dirigía a Succar Kuri, sino a los padres: que cómo no se dieron cuenta, que ellos lo autorizaron, qué por qué dejaron que sus hijos se fueran con ese señor. También la culpa fue hacia los niños y algunos se atrevieron a decir que simplemente era una acto de prostitución. Es desolador saber que ese tipo de reacciones siguen existiendo todavía.
Algo que hizo que el libro se hiciera todavía más incendiario fue lo que ocurrió posterior a su publicación, un episodio que pasó a la historia de México como el drama del “Gober precioso”. Este personaje es Mario Marín, quien entonces era gobernador de Puebla. Por instrucción de Kamel Nacif, gran amigo de Succar Kuri, le pide a Mario Marín que detenga a Lydia Cacho a cambio de “dos coñacs”. Se cree que “dos coñacs” significa algo más turbio. Con una triquiñuela completamente ilegal y descarada que revela que la justicia en México está bajo las órdenes de los poderosos (sorpresa, sorpresa), Lydia Cacho es detenida en Cancún y trasladada a Puebla por el delito de “difamación”. En el camino es torturada y sólo gracias a la presión de organismos internacionales, la sociedad civil e incluso algunos políticos que sí vieron muy pasado de lanza el actuar de Mario Marín y Kamel Nacif, logra recuperar su libertad.
Sin embargo, otra controversia es la discusión entre “Emma”, que ahora ya es mayor de edad, y Lydia Cacho, ya que “Emma” acusa a Cacho de no haber dado su autorización para que su testimonio fuera publicado en el libro, además de haber lucrado con su historia y la de otras víctimas. Hubo una demanda de por medio, que terminó ganando Lydia Cacho.
Por la complejidad del libro, puede resultar un poco complicado seguir a todos los personajes o comprender el sistema penal mexicano. También es cierto que es un libro desolador y fuerte, particularmente por la sensación de impunidad que te acompaña a lo largo del libro y al saber como la mayoría de los involucrados salieron casi sin ninguna mancha. Muchos de ellos siguen siendo ricos y poderosos, mientras que las víctimas deben lidiar con el trauma ocasionado por el resto de su vida. Creo que el libro es una reafirmación de que el mundo es un lugar muy injusto y que la justicia es algo casi imposible en México. También es una cachetada saber que la gente que maneja nuestros impuestos y a nuestro país son personajes como Mario Marín, Miguel Ángel Yunes y Emilio Gamboa.
A pesar de ello, creo que es una lectura muy necesaria, particularmente como mexicanxs. Considero que es interesante abordar que la pedofilia no sólo es Succar Kuri con niñas de 5 años, también es el señor de cuarenta ligandose niñas de la prepa. También es nuestro “amigo” de 25 que quiere salir con una niña de 12. Y también lo es en trenton que espera que su cita cumpla los 18, como depredador, para ir al acecho. Es decir, que como indica Lydia Cacho, no son enfermos ni depravados, son hombres normalizando la pedofilia y la prostitución. Libros de este tipo abren una discusión sobre estos temas, a pesar de ser tan polémicos (en el sentido de que, al final de cuenta, si se lucra con la historia), y quizás enfrentarnos a estos temas nos ayude a destapar aquello que tantos se esfuerzan por ocultar. Tal como dice el libro: “Una sociedad no podría aceptar que se está utilizando la violencia y la agresión para mantener controlada y sometida a la mitad de la población, a las mujeres y niñas. La sociedad, con sus normas y valores androcéntricos, responde ocultando la verdad”
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