Balún-Canán de Rosario Castellanos
- Femme Fatalee
- 4 abr 2019
- 6 Min. de lectura
No voy a mentir al respecto: cuando me di a la tarea de leer Balún-Canán de Rosario Castellanos me invadió un intenso sentimiento de aburrimiento. Voy a intentar defenderme: el simple nombre “Balún - Canán” me recordó a esos viejos tiempos en la primaria en la que nos forzaban a leer el Popol Vuh y, de alguna manera, nos instaban a sentirnos apasionados respecto a un pasado compartido y una identidad falsamente construida. Me podía imaginar el sonido de los típicos instrumentos de viento que ponen en los documentales sobre los mayas o los aztecas e, de manera terriblemente reduccionista, asociar a todos los pueblos originarios a pirámides y cabezas olmecas. Al final de cuentas, siendo niña o en la actualidad, ¿por qué querrías leer un libro titulado “Balún-Canán” (sea lo que eso signifique), que hace referencia a algo que parece tan lejano, tan aburrido y tan diferente a mi? ¿Por qué, existiendo títulos tan interesantes como “El cuento de la criada” o “La campana de cristal” escogería “Balún-Canán”, escrito por una autora que sabes que es reconocida, pero que realmente no te suena tan llamativa por alguna extraña razón?
Creo que fue un acto de fe y, si nos ponemos románticas, fue el destino porque puedo confesar que Balún-Canán fue una grata sorpresa y uno de los mejores libros que he leído en toda mi vida. No sólo eso, sino que Rosario Castellanos es extraordinaria: de sus letras se desprende una inteligencia agudísima y un talento para describir imágenes que nunca podré olvidar y que voy a detallar posteriormente.
No se me ocurre mejor manera de empezar la reseña que mencionando un particular y reciente episodio de la política de México. ¿Recuerdan cuando el presidente López Obrador realizó un video en el que mencionó los abusos cometidos por los españoles durante la conquista de lo que ahora es México y pidió una disculpa por dichos actos al rey actual? La propuesta obtuvo diversas respuestas y existieron múltiples opiniones (me reservaré la mía lo más que pueda), pero una de ellas fue que qué caso tenía pedir disculpas por algo que pasó hace tanto tiempo. A final de cuentas, si hubo abusos pues ocurrió una vez y ya, ¿no? Fin del problema. Qué triste, pero así pasa. Quién diría que las consecuencias de las matanzas, la opresión, la violenta aculturación, entre otros siguen presentes en la actualidad y nos siguen afectando, a unos más que a otros, por supuesto. Quién diría que cientos de años de violenta colonización heredarían prácticas consuetudinarias aún después de la independencia que seguirían teniendo efecto en la actualidad, especialmente en aquellas poblaciones más vulnerables. Y son vulnerables porque las hicimos vulnerables: los pueblos originarios de México.
La novela se desarrolla en una pequeña comunidad en Chiapas, cuyo nombre, en la lengua tzeltal, le da el nombre al libro: “Balún-Canán” (en español significa “nueve estrellas”). Después se le llamaría Comitlán, pero es interesante que la autora optara por el nombre original de la localidad. Los tiempos ocurren bajo el régimen del expresidente Lázaro Cárdenas, quien además de expropiar el petróleo es reconocido en la historia oficial por el gran cariño que los pueblos originarios le tenían, al grado de decirle “Tata Cárdenas”. Por aquellos tiempo, el gobierno de Cárdenas decide lanzar una disposición en la cual todo aquel propietario (un latifundiario, un cacique si queremos hablar sin eufemismos) que tuviera a su servicio más de 5 familias de indígenas tendría la obligación de darles educación gratuita. Igualmente, los rumores de que los indígenas puedan tener derecho de propiedad sobre las tierras que, por cierto, les fueron arrebatadas por los terratenientes, están presentes creando una gran tensión en la comunidad. La historia, esta vez, nos da la oportunidad de ser testigos de la perspectiva de una familia rica, casi dinástica, los Argüello, en este contexto de cambios que para ellos resultan una completa aberración.
La novela tiene varios narradores, pero el primero es la hija menor de César Argüello. A pesar de que es una niñita, Rosario Castellanos logra hablar a través de ella y contarnos elementos particulares de la historia: la existencia de una nana “india”, que ha criado a los niños como si fueran suyos, pero que se encuentra dividida porque los suyos, los “indios”, sienten odio por la familia Argüello después de años de abusos, despojos y opresión. A pesar de ello, la nana siente un profundo cariño por la familia. Igualmente presenciamos episodios de discriminación: la burla hacia un indio por querer subir a una rueda de la fortuna, los comentarios de desprecio de la señora Argüello sobre sus criados y el propio horror de la niña narradora que al ser amenazada de que si no se toma su vaso de leche se puede convertir en india decide armarse de valor y beberla porque no hay nada peor que ser india.
La trama gira con base a las decisiones tomadas por la familia después de la legislación de Cárdenas. Es a su vez increíblemente crítico y terriblemente bello, porque la prosa de Castellanos tiene una fuerte tendencia a la poesía pero resulta tan sencillo de leer que es impresionante. Es decir, es como leer un libro de historia a través de un poema. A su vez presenta personajes profundos y bien formados y sin necesidad de darnos una descripción directa, podemos crear las personalidades de César, Zoraida, Ernesto y encontrar en ellos elementos significativos para la historia.
Ciertas partes de la novela son como meterse a la cocina de los Garza Sada o los Slim y escucharlos hablar de asuntos muy íntimos: es incómodo leer a la madre de la protagonista gritar comentarios racistas como que los indios no valen ni setenta y cinco centavos al mes, que solo usarían el dinero para emborracharse y cómo huelen a suciedad. Igualmente casi sentí que estaba escondida debajo de la mesa y que cuando escuché a Zoraida decir que el reparto agrario le iba a quitar sus derechos, es decir, esas privilegiadas hectáreas que la familia de su marido robó a los indios; tuve que contener la risa para que no se dieran cuenta que yo estaba ahi, oyendo todo. Igualmente se trató de oír al gran patrón, el gran terrateniente, idear maneras para zafarse de aplicar la ley y derechos humanos básicos como siempre lo ha hecho. Y fue presenciar, muy incómodamente, los deseos de Ernesto, sobrino bastardo de César, de ser blanco y rico y como busca alejarse de lo “indígena” que muy posiblemente corre por sus venas, volviéndose un foco de estudio ideal para Fanon.
Claro que es necesario hablar del rol de la mujer en la novela y es que Castellanos muestra mujeres terratenientes y solteronas que son infelices, mujeres casadas que son infelices, mujeres pobres infelices, mujeres indígenas infelices. Es claro que las dificultades de cada una son completamente diferentes: basándonos en la interseccionalidad, la protagonista se enfrenta a comentarios sobre cómo las cosas relacionadas con “el negocio” son inherentes de su hermano: para su nana, las dificultades van hacia el ser mujer, el ser pobre y el ser indígena. Pero este libro no se trata sólo de estar metido en la cocina elegante de una familia Panista, porque además nos da una probadita mística de la religión, las costumbres y la historia de los habitantes originarios de Balún-Canán.
Mientras leía el libro tuve que preguntarme por qué no es más conocido. Es decir, al hablar de literatura mexicana se nos vienen a la mente “Pedro Páramo”, “Aura”, “El Laberinto de la Soledad” (todos escritos por hombres): son los libros que se ponen como respuesta en un examen, es la versión (el canon) oficial. Claro que al leer esto habrá alguien que diga: yo si lo conocía, pero me refiero a que la novela no es la respuesta de cajón. Sin embargo, “Balún-Canán” de Castellanos es una obra que tiene el mismo (o incluso mayor) nivel que esos clásicos de la literatura mexicana. No sólo tiene un prosa preciosa, sino que aborda de manera muy inteligente el indigenismo, el feminismo, el racismo e incluso el clasismo, todo mientras nos da clases de historia que son tan llevaderas como ver una película. Así que no puedo preguntarme el por qué no es este libro nuestra respuesta de cajón: ¿es por qué está escrito por una mujer? ¿es por qué es sobre indígenas? ¿es por ambas opciones? Al volver a mi introducción, me pregunto, ¿qué fue lo que me hizo iniciar el libro con cierto rechazo?
Finalmente quisiera agregar que, además de todo, es una novela autobiográfica. Es como si al final de la novela apareciera un “basado en hechos reales”: Rosario Castellanos vivió en Balún-Canán, su nana existió, al igual que su hermano Mario, vivió la reforma agraria de Cárdenas y, como la historia no nos evita spoilers, su familia perdió una considerable cantidad de sus riquezas por ella. Es todavía más sorprendente saber cómo fue capaz de describir los eventos y hablar de su propia madre o padre de la manera que lo hace. Ojalá algún día este libro se vuelva el nuevo “Pedro Páramo” del país.

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